sábado, 29 de octubre de 2016

El termómetro de Halloween

Workers of  Ogawa Rubber Inc. are making rubber masks of Donald Trump and Hillary Clinton at its factory in Omiya, Saitama Prefecture on June 9, 2016.
(Foto: AP)

Cada cuatro años (ver 2012 y 2008) por estas fechas toca observar la venta de máscaras de Halloween de los candidatos presidenciales. Spirit Halloween, la cadena de disfraces que presume de haber pronosticado acertadamente todas las elecciones presidenciales desde 1996 por la venta de sus máscaras, dice que la careta de Donald Trump está teniendo más éxito que la de Hillary Clinton (55 por ciento-45 por ciento).


No obstante, los motivos de cada persona son diferentes, según la encuesta que ha realizado la empresa entre sus clientes. Un 39 por ciento prefere comprar una máscara de Trump porque es más divertido; un 31 por ciento prefiere comprar la máscara de Clinton porque les gusta; un 25 por ciento de simpatizantes de cada partido indica que prefiere disfrazarse del candidato del partido rival para así asustar a la gente; y un 32 por ciento dice que quiere la máscara de Trump para burlarse de él, mientras que un 16 por ciento dice lo mismo sobre Hillary.


En resumen, que este año el contraste entre candidato divertido y candidata aburrida es tan, tan, tan loco y grande, que puede que eso suprima otros factores que han pesado más en años anteriores en la venta de máscaras. Es el Factor Trump que todo lo está alterando.


En Rubie's, el mayor fabricante de disfraces para Halloween, la diferencia en la venta de máscaras  de Trump y Clinton es aún mayor: 3 a 1 a favor del constructor de rascacielos.


A Clinton le queda Halloween Express, que en sus ventas solo por Internet ha vendido tres veces más máscaras de la ex secretaria de Estado que del magnate.


Smithsonian Magazine nos cuenta de dónde viene esta fascinante obsesión de los estadounidenses por las máscaras presidenciales: "En 1969, miles de manifestantes anti-guerra se reunieron el día anterior a la inauguración de la Presidencia de Richard Nixon para protestar contra la Guerra de Vietnam, marchando en un ruidoso desfile "contra-inaugural" por la Avenida de Pennsylvania. Uno de esos manifestantes llevaba puesta una máscara de Nixon, atrayendo la atención de The New York Times, que escribió que "desfiló todo el trayecto de 20 bloques con el gesto de hurgarse la nariz." La identidad del Nixon que se hurgaba la nariz sigue siendo desconocida, pero el momento ayudó a engendrar lo que hoy es un espectáculo familiar en Halloween: la máscara presidencial."


El cine ha explotado las máscaras presidenciales numerosas veces, siendo la más notable en la película Le llaman Bodhi (1991) de Kathryn Bigelow.

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