Webb, Sanders, Clinton, O'Malley y Chafee posan para los fotógrafos. (Foto: AP/David Becker) |
Si Hillary Clinton no cometía errores y transmitía confianza en sí misma, esa sería la única historia de interés que dejaría el debate. Y así fue.
La favorita de los demócratas potenció sus puntos fuertes y encaró sin miedo sus puntos débiles.
Hillary admitió que el uso de un email privado para el trabajo cuando era secretaria de Estado fue un error, aunque no una ilegalidad.
"Lo que hice estaba permitido por el Departamento de Estado, pero no fue la mejor opción," dijo antes de pasar a atacar a los republicanos.
El comité de investigación de Benghazi en el Congreso es "un brazo del Comité Nacional Republicano," denunció. "Un vehículo partidista" montado únicamente con el objetivo de hacer bajar sus números en las encuestas, dijo citando al torpe Kevin McCarthy.
"Eso es lo que han intentado hacer. Pero todavía sigo en pie," dijo.
En una entrevista es una respuesta estándar; en un debate es un momento poderoso. No impactará demasiado en el grueso del electorado, pero sí influirá en los votantes de las primarias demócratas.
Por si fuera poco, su principal rival, Bernie Sanders, apoyó la teoría de la conspiración.
"Déjame decir que puede que no sea bueno electoralmente [para mí], pero creo que la secretaria lleva razón," dijo Sanders mientras daba la mano a su adversaria. "El pueblo americano está asqueado y cansado de escuchar sobre tus malditos emails."
Hillary también capeó con solvencia las críticas a sus cambios de opinión en temas como el oleoducto Keystone XL y el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), explicando que se deben a una evolución lógica.
"Nunca me pronuncié sobre el 'Keystone' hasta que me pronuncié sobre el 'Keystone,'" dijo con cierta torpeza.
"He sido muy coherente," dijo con más seguridad. "Durante toda mi vida, siempre he luchado por los mismos valores y principios, pero, como la mayoría de seres humanos, incluidos aquellos de nosotros que nos presentamos a cargos públicos, asimilo nueva información. Observo lo que ocurre en el mundo."
Puede que no sea demasiado verosímil, pero es una buena respuesta que demuestra que en los debates el entrenamiento es básico. Al igual que en el caso de Mitt Romney en 2011-2012, la buena actuación de Hillary se debió más a una preparación concienzuda que empezó en el mes de agosto, que a un talento natural.
El principal logro de la ex secretaria de Estado fue dar la impresión de ser la única verdadera presidenciable en el escenario. Y en ese cometido también le ayudó Bernie en particular y el poco nivel del pelotón de rivales demócratas en general.
Frente al socialismo europeo del senador por Vermont - que volvió a poner a Dinamarca como modelo para EEUU -, Hillary se erigió en la defensora del estilo y el sistema americano, solo que controlando los excesos del capitalismo. Y la oposición de Sanders (y de Martin O'Malley) al establecimiento de una zona de exclusión aérea en Siria permitió a Hillary parecer una potencial comandante en jefe más dura y resistente, a pesar de su reseteo de las relaciones con Rusia.
Sanders está más cerca del sentir de las bases en su interpretación del capitalismo - "El Congreso no regula a Wall Street. Wall Street regula al Congreso," dijo ayer - y de la política exterior, y el debate le ayudó a confirmárselo a sus numerosos seguidores. Pero probablemente eso no le permitirá crecer todo lo necesario para reclamar para sí la nominación de un Partido Demócrata muy domesticado como vimos en el debate. Además, Hillary se sitúa a la izquierda de Bernie en un asunto que está muy en boga últimamente entre las bases: el control de la posesión de armas de fuego, donde a Sanders le perseguirá el estigma de haber votado en contra de la Ley Brady.
Los demás candidatos no hicieron que Hillary se sintiese incómoda.
Martin O'Malley llamó "animador de circo" y "xenófobo" a Donald Trump, mientras presumía de su apoyo a las becas para hijos de inmigrantes indocumentados.
Aunque no sobresalió, el ex gobernador de Maryland tuvo una actuación correcta que cerró con un inspirado alegato final sobre la necesidad de hablar de "la bondad que hay en nuestro país" y dirigido a los jóvenes estadounidenses menores de treinta años que están llevando al país hacia "un lugar más conectado, generoso y compasivo."
Jim Webb se mostró molesto por tener menos turnos de palabra que los demás.
El ex senador por Virginia, un demócrata centrista con experiencia en el campo de batalla de Vietnam, quiso hablar de las divisiones étnicas de Iraq, del peligro nuclear de Irán y del poder emergente de China como si estuviera dando una conferencia más que participando en un debate.
"Sé que mi tiempo se ha agotado, pero hablando de cambios de posición y la posición sobre cómo ha ocurrido este debate es algo frustrante porque salvo que alguien mencione mi nombre, no puedo entrar en la conversación," se quejó el ex senador por Virginia al moderador.
"Yo no he tenido ningún escándalo" en tres décadas de servicio público, dijo nuestro hombre fetiche Lincoln Chafee en una clara indirecta a Hillary. Pero ha cambiado dos veces de partido.
Chafee pasó un mal momento cuando Anderson Cooper le preguntó sobre su voto de 1999 a favor de la revocación de la Ley Glass-Steagall, que dio por terminada la separación de la banca de depósito y la banca de inversión y favoreció la especulación. El ex senador por Rhode Island se justificó en que acababa de llegar al Congreso y su padre había muerto recientemente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario