En su último anuncio de televisión, Hillary Clinton empieza a hacer su alegato final.
"Este no es un momento ordinario, y estas no son unas elecciones ordinarias," dice Clinton en el anuncio; son unas elecciones en las que podemos imponer 'el consenso.'
"Quiero enviar un mensaje a todos los chicos y chicas y de hecho a todo el mundo: que América ya es grande, pero somos grandes porque somos buenos," dice Clinton.
La candidata demócrata, que en la recta final de la campaña no ha tenido que comprometerse con políticas concretas ni hacer concesiones a la izquierda (si prestáis atención, la Clinton de los últimos dos meses no se sabe si es la candidata demócrata, republicana o independiente, y eso es clave para entender la evolución del trato de los medios), pone el énfasis en conceptos políticamente indeterminados como "levantarnos mutuamente" y "curar a nuestro país y unirlo."
En lo visible, el mensaje va dirigido a los votantes, y en especial a los excluidos. En lo velado, es su forma de preparar el terreno para gobernar como una especie de republicana de Rockefeller (como Obama), y además probablemente entregando el aparato de seguridad nacional (y el negocio de la seguridad) a los clanes políticos republicanos (que es en lo que tienen interés y lo que el poder les asignó).
"Mi visión de América es una en la que todos tienen sitio," dice la ex secretaria de Estado.
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